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Una vez escuché una fábula de parte del padre Ricardo Bulmez en la cual nos relataba que cuando Dios creó al hombre, éste le dijo lo que para él debía ser su misión de vida en la tierra... "SERAS FELIZ", a lo cual el hombre contestó... "íNooo, yo no quiero ser feliz, Señor Dios!... yo quiero ser ingeniero, licenciado, abogado, médico, un profesional, tener dinero y hacer lo que quiera... eso es lo quiero ser"... "allí empezó el hombre a autosabotearse la felicidad para la cual ha nacido", dijo Bulmez.
Esta parábola con la cual quise iniciar el artículo de hoy vino de mis recuerdos después de una conversación que tuve con una amiga; ella me contaba lo incómoda y sorprendida que se había sentido con una persona que había conocido recientemente y que hablaba sólo de ella... "Yo hice... nada sale sin mí. Yo tengo este título, éste otro, tengo una maestría, soy, soy, soy, yo, yo, yo"...". Mi amiga (que también posee la misma carrera académica que la colega) no entendía cómo podía alguien presumir tanto de sus estudios realizados y sin embargo no ser cortés, no dar siquiera los buenos días cuando alguien entraba a la oficina donde ellas estaban.
En el camino de la vida nos encontramos con algunos seres que poseen algún nivel académico, títulos, diplomas, maestrías, doctorados, que pueden llenar paredes enteras con ellos, pero que han perdido la humanidad (no todos) y al reflexionar uno se pregunta: ¿Dónde se perdió la humildad? ¿En qué grado académico se quedaron la cortesía, la amabilidad y el respeto a los demás?
En otra oportunidad Bulmez dijo que los padres actuales desean que sus hijos obtengan algún título académico, pero enfatiza ojalá sólo desearan que fueran "señores" y cuando el padre Ricardo Bulmez nos dice "señores" se refiere a que sean hombres y mujeres de bien, de justicia, de respeto, de valores.
Los títulos obtenidos en una carrera son definitivamente importantes y satisfactorios, como lo es un 20 en un examen luego de haber estudiado mucho, o lo es una felicitación y un reconocimiento luego de hacer algo con esfuerzo y dedicación, pero todos ellos son simplemente el efecto de algo que se ha hecho, que debemos disfrutarlo, claro está, pero ellos no deben convertirse en el propósito final de nuestras acciones. Lo verdaderamente importante es lo que se obtiene en el tránsito, en el camino de la meta, la experiencia y el aprendizaje que quedan para hacer las cosas que hacemos de mejor manera, con amor, con pasión, con ganas y responsabilidad, no para fanfarronear, como dice un pensamiento que leí hace algún tiempo: "No hagas lo que te dé la gana, haz con ganas lo que tienes que hacer". El HACER y VIVIR con amor, pasión y responsabilidad las cosas que nos toca hacer traerá consigo como resultado el título, o el 20 y hasta el reconocimiento de los demás, pero eso al final del camino no es más gratificante que la sensación de satisfacción y emoción que deja el sentir que se está aprendiendo, aportando y entregando todo para un mejor ser humano, para una mejor ciudad, para un mejor país, para un mejor mundo.
No se puede asegurar ni comprobar lo que hay o no después de que partimos de este mundo, pero sí podemos evidenciar cómo todo lo material se queda después de la partida... ¿entonces? Por eso yo espero que no me recuerden porque presuma de lo mucho o poco que tengo o no tengo; espero que me recuerden por las ganas que le imprimía a todo lo que hacía y por lo poquito o mucho que pude aportar al universo... Y tú... ¿cómo quieres que te recuerden?.
Publicado en Notitarde la Costa
03 de Julio 2009
QUE BIEN MARIA ESTE ARTICULO LO DEBEMOS LEER TODOS LOS PADRES DEL MUNDO GRACIAS POR TOMARTE TU TIEMPO PARA ESTA LINDA ENSEÑANZA TE RECUERDO SIEMPRE COMO TU POCOS
ResponderEliminarhola laura... tiiieempooo si saber de ti vale... que chevere encontrarte por aqui..
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